miércoles, 14 de abril de 2010

Consternados rabiosos


Consternados rabiosos

Así estamos
consternados
rabiosos
aunque esta muerte sea
uno de los absurdos previsibles

da vergüenza mirar
los cuadros
los sillones
las alfombras
sacar una botella del refrigerador
teclear las tres letras mundiales de tu nombre
en la rígida máquina
que nunca
nunca estuvo
con la cinta tan pálida

vergüenza tener frío
y arrimarse a la estufa como siempre
tener hambre y comer
esa cosa tan simple
abrir el tocadiscos y escuchar en silencio
sobre todo si es un cuarteto de Mozart

da vergüenza el confort
y el asma da vergüenza
cuando tú comandante estás cayendo
ametrallado
fabuloso
nítido

eres nuestra conciencia acribillada

dicen que te quemaron con qué fuego
van a quemar las buenas
buenas nuevas
la irascible ternura
que trajiste y llevaste
con tu tos
con tu barro

dicen que incineraron
toda tu vocación
menos un dedo

basta para mostrarnos el camino
para acusar al monstruo y sus tizones
para apretar de nuevo los gatillos

así estamos
consternados
rabiosos
claro que con el tiempo la plomiza
consternación
se nos ira pasando
la rabia quedará
se hará más limpia

estás muerto
estás vivo
estás cayendo
estás nube
estás lluvia
estás estrella

donde estés
si es que estás
si estás llegando

aprovecha por fin
a respirar tranquilo
a llenarte de cielo los pulmones

donde estés
si es que estás
si estás llegando
será una pena que no exista Dios

pero habrá otros
claro que habrá otros
dignos de recibirte
comandante.




MARIO BENEDETTI

martes, 13 de abril de 2010

Mañanas proletarias


Días iguales transcurren para las familias proletarias del mundo entero, siempre víctimas de un sistema económico que va del auge a la crisis en un círculo vicioso. Los días grises y cansados portan la inevitable sensación de inseguridad e inestabilidad que le son características a la vida económica de sus familias. Ojos con lagañas de mañanas inacabables, mañanas certeras, que nos cuentan la realidad que evitamos pero que está ahí. Mañanas de colectivos repletos, de personajes apurados para llegar a su trabajo. Mañanas de sufrimiento. Mañanas de voluntad, porque de otro modo no se explicaría tal acto de soborno a nuestra conciencia. Mañanas de supervivencia.

Hombres somnolientos van tomando contacto con su identidad, en tanto observan ese despliegue escenográfico que los legitima como trabajadores del mundo. En esas mañanas los cuerpos inexpresivos, sutilmente predispuestos a la sugestión, admiten su realidad, entonces perpetúan su cualidad de oprimidos.

Ellos sólo pueden ofrecer en el mercado una única mercancía, su fuerza de trabajo. Siendo la libertad de comercio el ideal tan profesado por este modelo económico, es inentendible que los trabajadores no puedan dar valor a su mercancía.. Se ven obligados a regalar su mercancía dentro de los términos que le son impuestos. Y así transcurren los días de aquellos que son la fuerza motriz productora de toda la materialidad que nos rodea.

Campesinado.

Transcurría un día como cualquier otro. La misma pocilga, las ratas y el campo. Había que levantarse temprano porque el patrón lo requería y había que ser puntual para que a uno no lo fajaran. Las manos cansadas y entumecidas ya eran costumbre y en nada impedían la continua labor. Unas hojitas de coca harían magia para apalear el cansancio y así poder responder al sr. Capital. Campesinado de tierras infinitas, campesinado del mundo. Hoy veo a mi padre, descendiente de campesinos, tomando un vino en la noche para aplacar ese cansancio de siglos, ese cansancio heredado. Ayer campesino, hoy, un burgués trabajador.
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