martes, 13 de abril de 2010

Mañanas proletarias


Días iguales transcurren para las familias proletarias del mundo entero, siempre víctimas de un sistema económico que va del auge a la crisis en un círculo vicioso. Los días grises y cansados portan la inevitable sensación de inseguridad e inestabilidad que le son características a la vida económica de sus familias. Ojos con lagañas de mañanas inacabables, mañanas certeras, que nos cuentan la realidad que evitamos pero que está ahí. Mañanas de colectivos repletos, de personajes apurados para llegar a su trabajo. Mañanas de sufrimiento. Mañanas de voluntad, porque de otro modo no se explicaría tal acto de soborno a nuestra conciencia. Mañanas de supervivencia.

Hombres somnolientos van tomando contacto con su identidad, en tanto observan ese despliegue escenográfico que los legitima como trabajadores del mundo. En esas mañanas los cuerpos inexpresivos, sutilmente predispuestos a la sugestión, admiten su realidad, entonces perpetúan su cualidad de oprimidos.

Ellos sólo pueden ofrecer en el mercado una única mercancía, su fuerza de trabajo. Siendo la libertad de comercio el ideal tan profesado por este modelo económico, es inentendible que los trabajadores no puedan dar valor a su mercancía.. Se ven obligados a regalar su mercancía dentro de los términos que le son impuestos. Y así transcurren los días de aquellos que son la fuerza motriz productora de toda la materialidad que nos rodea.

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